El 24 de julio de 1931 el dirigible Graf Zeppelin emprendía un vuelo de once mil kilómetros que lo llevaría hasta el círculo polar ártico. Los objetivos del viaje eran poner a prueba la capacidad de vuelo del dirigible en condiciones extremas y realizar una serie de observaciones meteorológicas y mediciones cartográficas en un terreno poco explorado. A bordo del zepelín viajaba el joven periodista húngaro Arthur Koestler. Su misión era informar al gran público de la expedición y —en esos comienzos del periodismo de masas— convertir el periplo en un acontecimiento mediático.
A partir de las crónicas y de los informes que telegrafiaba a Berlín, y recurriendo también a su diario de a bordo, Koestler compuso poco después el extenso reportaje que presentamos aquí: El Ártico desde la ventana de un zepelín. Junto a las vicisitudes propias del viaje, este refundido texto final nos ofrece espectaculares descripciones de la tundra y de la taiga, incisivos retratos de caracteres, valiosos apuntes científicos en torno al dirigible convertido en laboratorio, así como digresiones históricas y comentarios de actualidad sobre las zonas recorridas. Y todo ello barnizado con un fino humor y salpicado de zarpazos de crítica social.
Cosas que dicen por ahí
“Dios lo sabe todo; Koestler lo sabe todo mejor”.
Albert Einstein
“Trató a muchos de los grandes intelectuales de su tiempo: sintió complicidad con Orwell (que le reprochaba su tendencia al hedonismo) y con Camus. Admiraba a Malraux, discutió con Sartre y tuvo una aventura con Simone de Beauvoir, que lo leyó y retrató el encuentro en una novela en clave. Walter Benjamin le dio la mitad de las pastillas que tenía para suicidarse si lo hacían preso; al parecer, Koestler, un suicida frustrado en serie, las tomó pero no le hicieron efecto”.
Daniel Gascón en Letras Libres.
Cosas que deberías saber
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